NO SE ASOMBREN

En Barbarilandia es necesaria la aparición de un audio que nos entretiene con una procaz conversación entre mafiosos, para hacer como que nos encadnalizamos y hacer como que hemos descubierto repentinamente que nuestro país es corrupto. Es parte de nuestra naturaleza.

 

En Argentina, en cambio, nadie se escandaliza con la corrupción. Es parte de la naturaleza argentina. Hoy en día, la “clase política” española, en particular el PSOE que encabeza el psicópata de Pedro Sánchez, legaliza todo tipo de latrocinios con tal de permanecer en el poder. Es parte de la naturaleza española.

 

El chileno roba, corrompe y se corrompe, utiliza ese miserable eufemismo de “armar redes” para referirse a intentar organizar un chiringuito de corrupción, mientras que el argentino se jacta de lo corruptos que pueden ser, y el español continúa repletando las terrazas de los restaurantes al tiempo que comenta sobre los corruptos que les pagan las pensiones entre pinchos de calamar y tortillas de patata. Podríamos continuar viajando por el vecindario…

 

Si ya tenemos suficientes problemas con nuestra vergonzosa y atávica costumbre de corrupción, basada en nuestra matriz cultural que considera la mentira y el hurto como pecados veniales, agregar a esto la hipocresía, esa desagradable, retorcida y miserable identidad nacional, ya es demasiado.

 

En Chile casi todo el mundo roba. Roba desde el político o el gerente de una gran empresa acostumbrados a preguntar sobre el apellido del interlocutor o el colegio en que alguien estudió, hasta la más ordinaria banda de colombianos que mata por un par de billetes.

 

La diferencia entre ambas organizaciones criminales no es más que una, la gente decente y a estas alturas ingenua, esperaría de quienes tienen el poder y lo ejercen, algo de pudor, que actúen con un mínimo de decencia, y que no terminen siendo las dos caras de la misma organización criminal, al tiempo que espera que la banda de colombianos dedicados al narcotráfico sea puesta en prisión por los primeros. Nada de eso sucede en Barbarilandia.

 

Si consideramos entendible que la gente puede preguntarse cosas como: Si todo es corrupto, ¿Por quién debo votar en una elección? Si todo es corrupto, ¿Por qué debo pagar impuestos a los corruptos? Si todo es corrupto, ¿Por qué no puedo robar a mi empleador? Si todo es corrupto, ergo, si todos me roban, ¿Por qué no puedo robar yo también? Si consideramos estas preguntas válidas (y no dejan de serlo), también debemos suponer que todos estamos en peligro, ya que una sociedad con ese nivel de corrupción, ese nivel de hipocresía y ese nivel de inmoralidad, no puede progresar.