LA MENTIRA LLEGA A SU FIN.

Primer acto: El jugador argentino pierde el tiro penal; mera casualidad. Todos cantan a coro: Chile Campeón de América y los jugadores y entrenador dioses del olimpo. Vidal tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida. No importa la indisciplina, las borracheras, el puterio, y los 10 millones de dólares en premios a repartir, clasifiquen o no al mundial. El negocio es muy bueno para todos, jugadores, dirigentes, entrenadores, periodistas, auspiciadores y vendedores de maní.

Segundo acto: Chile eliminado del mundial por diferencia de goles; mera casualidad. Todos cantan a coro: Los jugadores son unos borrachos y el entrenador un ignorante. Vidal es un flaite de mierda que vive curado y en unos años más estará trabajando de junior por ahí ¡Cómo les van a pagar 10 millones de dólares a estos vagos si no clasificaron! El negocio sigue siendo bueno para casi todos porque la gallá sigue comprando diarios. Se pueden vender triunfos y también calamidades.

Como recordarán, dije en su momento que estos flaites no me representan, y que Vidal, Valdivia y unos cuantos más no pueden participar en la selección nacional, por chantas, ordinarios y descarados. Hoy opino lo mismo porque no soy de los que compran ilusiones con eso de “la roja de todos”, porque la roja es de los que lucran con ella, y yo no he visto un puto peso nunca.

Esto terminó como debía terminar, con el descredito propio de una tropa de chantas que se impuso por sobre sus compañeros profesionales, gracias a la complicidad de todos, futbolistas, cuerpo técnico, dirigentes y periodistas que callaron mientras les convenía hacerlo.

Cientos de miles de niñitos ilusionados con las hazañas de Sánchez, Vidal y compañía –como mi hijo de seis años y otros mayores-, que fueron engañados por toda esta tropa de flaites, por los pelafustanes y por los que los cubrieron en sus tropelías, no pueden crecer pensando que para logran un éxito que no existe, todo vale. Que vale soportar a un mal elemento como Vidal, que Valdivia debe volver como el ungido, que vale soportar camarillas chantas en el trabajo, que vale hacer trampa, que vale mentir y ocultar la mentira en pos de lograr una meta que en realidad nunca valió la pena.  

Hoy todos estos fulanos, y los niñitos que aun los admiran, beben la amargura de un supuesto fracaso que no es tal, porque los que hoy caen jamás lograron elevarse y salir de sus propias miserias. Siempre estuvieron ahí, bailando en la cuerda floja a la espera de volver a caer al lugar del que nunca salieron.