TRASLADOS.

Don Abbott, el señor que las oficia de jefe de todos los jefes en la Fiscalía, tomó una decisión de fondo, le quitó casos a la Fiscalía de O’Higgins para entregárselos a la Fiscalía de Santiago ¡Y listo!, se terminaron los problemas, ¿no ven cabros que la Fiscalía de Santiago es casta y pura?

Tal vez si enviamos casos desde Valparaíso a Concepción, algunos desde Talca a Arica y un parcito desde Coquimbo a Temuco, todo llegará a buen puerto. Y de no ser suficiente, nunca es tarde para enviar tres o cuatro casos desde Valdivia a Antofagasta; no hay peor diligencia que la que no se hace o la que se hace mal.

A doña Dobra, por ejemplo, que la trasladarán de no sé dónde a la Corte Suprema, basados en sus demostrados atributos e intachable conducta anterior, la cuestionan por favorecer a un operador político con una notaría. Pues si doña Dobra no puede ascender a la Suprema por eso, nos quedaremos sin cortes supremas y de las otras. Lo de doña Dobra no es corrupción, es mantener la tradición.

Quienes son maestros en traslados son los curitas. Violan por aquí y los destinan para allá. Alguien reclama manoseos poco decorosos en Linares y el vivaracho termina en La Serena. Todo sea por mantener la paz social, el respeto a Dios y las finanzas de la Iglesia.

En mi época de estudiante, los cabros malos eran expulsados del colegio. Hoy ya no se estila, se pueden frustrar las pobres aves, al ver sus derechos humanos mancillados por el poder patriarcal. Entonces todos estos personajes con futuro prometedor terminaban donde nadie los quería, porque en algún lugar debían guardarlos hasta su mayoría de edad.

No es extraño querer deshacerse de ingratas compañías, más aun si quienes se deshacen de ellas saben lo que sucede entre bambalinas. Será por esta razón que los problemas se tiran de aquí hacia allá, enfrentarlos sería peligroso, los problemas pueden hablar y crear más problemas, y en algún momento ya no habrá para donde arrancar.