El
empecinamiento del gobierno de atorrantes en obtener, aunque sea un miserable porcentaje
de las cotizaciones previsionales del populacho bárbaro, no se puede leer sino
como la última oportunidad de agarrar el raspado de la olla democrática luego
de haber estado tan cerca de rasguñar un triunfo arrollador y definitivo con su
mamarracho constitucional.
Pero fueron
salvados oportunamente de un desastre constitucional 2.0 por un grupito de
enloquecidos patrioteros que valdría la pena conocer quienes los financian, cuya
principal afición parece ser martirizarnos mediante griteríos permanentes,
miradas tenebrosas y anuncios destemplados que con seguridad los mantienen
vigentes ante desconcertadas barras bravas que seducen y deleitan anunciando el
fin del comunismo en la patria querida, recibiendo a cambio de tan gentiles
anuncios suculentas donaciones y la obtención y mantención de puestos de
privilegio.
A la vanguardia
heroica de salvadores del dogma y la patriotera doctrina de shock les es
necesario cambiar permanentemente la calamidad de turno, verdadera o falsa,
real o exagerada, que mantenga en vilo a sus atolondrados feligreses. Todos los
días suelen agobiarnos con el mal de turno y la falsa e impracticable pócima mágica
que nos salvará por arte de birlibirloque.
Como solución
a tales destinos ignominiosos, interponen sueños, ocurrencias y divagaciones tan
fáciles de ofrecer como incumplibles de hacer realidad en el mundo fuera de
YouTube. Me recuerdan a mi profesor de física en el Instituto Nacional, quien
nos advertía que un cuerpo en movimiento en el espacio sigue en movimiento,
aunque en la tierra eso no funciona así.
Halagando
burdamente a barras bravas enfervorizadas, escarbando en el pasado y soñando
con un futuro que saben no existe, el político de pacotilla construye un
discurso falsificado que satisface el gusto siempre atolondrado del respetable público,
quien los recompensa dándoles la oportunidad de comer tres veces al día, y la veleidosa
oportunidad de figurar ¡Quién los vio, y quien los ve!
El
politicucho rasca elabora un mensaje sin ataduras morales, en el que igual
promete retornarnos a los felices años de la Unidad Popular, o a los heroicos
tiempos del Gobierno Militar.
Así procede
el políticucho deslenguado, a veces procaz y siempre dedicado a perfeccionar
ese arte degenerado que consiste en embestir a los malos con terribles invectivas
y seducir a los pobres imbéciles que los siguen, embadurnándoles el cerebro con
bellas falsedades que los agitan hasta levantarlos de su escritorio, exigiendo
a viva voz quemazones de moros, cristianos, comunistas, fascistas o lo que sea incendiable
para la ocasión, transformando el debate en una sarta de mentiras, en un cuchitril
inmundo, en un baile de máscaras que suele terminar en escupitajos públicos que
intentan ocultar la inmensa farsa que tratan de meternos a la fuerza.