Las
autoridades morales buenistas hacen agua por todos lados. Esta vez fue el turno
de una diputada tortillera que acosó a una minoca. La diputada Marcela Riquelme,
que viste de hombre y mantiene una bandera colorinche en su escritorio de la
cueva de Alí Baba, ha sido acusada de abuso sexual: https://www.emol.com/noticias/Nacional/2024/11/01/1147292/fa-responde-denuncia-diputada-riquelme.html
Algo no me cuadra,
si la iñora es mujer, más encima tortillera y más encima comunista, se supone
que es buena, buenísima, super buena y, por lo tanto, no puede pecar. Eso es al
menos lo que nos hacen creer hoy en día.
Se supone
que los malos son todos hombres heteropatriarcales de pelo en pecho,
preferentemente rubios de ojos azules que esclavizaron a negros como el carbón,
y si son ricos peor aún; a alguien le habrán robado, con seguridad a un pobre.
Esos gallos no tienen perdón por haber nacido y son culpables por decreto. Pero
que una tortillera rojelia sea abusadora sexual no me cuadra para nada. Seguro que
es una fake news de la ultraderecha.
Poner en
duda la pureza democrática y moral de comunistas no es llegar y hacer. No
podemos ir por la vida acusando a una lesbiana comunacha de correrle mano a una
señorita, invitarla a practicar actos reñidos con la moral, o cualquier cuestión
de ese tipo. No señores, no recobramos la democracia para ahora efectuar este
tipo de acusaciones sin perspectiva de género, cualquiera que sea este el género
declarado. Inclusión ante todo.
Me parece
que este tema es de suma importancia para nuestra democracia, es por esta razón
que derramo ríos de tinta cibernética en mi computador, e intento desmenuzar
con certera puntería el puterío del día.
Aquí deben intervenir
los llamados batalladores culturales, estos pueden pertenecer a la derecha
valiente, a la derecha cobarde, a la derecha complaciente, y todas las
derechas, incluso a las que no lo son. Aunque no lo creo realmente.
La derecha
valiente dirá que Dios así no lo quiso, la menos valiente dirá que se respeta a
la persona mas no sus actuaciones, la derecha cobarde no dirá nada, y la
derecha progre -si es que esta cosa rara se puede llamar derecha- se sumará a
la crucifixión pública de todas las derechas ya mencionadas. Ninguna dirá la verdad
que todos vemos, esto es, que las lesbianas, los homosexuales, los travestis,
los comunistas y los frenteamplistas que también son comunistas, son todos unos
hipócritas, más hipócritas que el resto de la población que no se presenta como
víctimas, santurrones, buenistas y otras vomitivas categorías humanas.
Toda esta gallá
roba, abusa, oprime, miente, viola, odia, manipula, envidia, caga, mea y actúa como
cualquier hombre blanco heterosexual de derecha puede actuar, pero mas encima
lo niegan, se victimizan y pretenden ventajas legales y económicas por ser como
son o dicen ser.
Ante tanto
revoloteo, aleteo, complacencia y cómpolice silencio público de las innumerables
derechas, el personal mira estupefacto cómo sus batalladores culturales reculan
cada vez que deben dar la batalla, terminando frustrado observando como las batallitas
de mierdita entre orates desquiciados y batalladores de medio pelo deja todo
como siempre o aún peor.
El payaseo
público entre los batalladores culturales y los agentes de cambio social que promueven
verdades alternativas de mentira, no son más que ordinarias y falsas puestas en
escena que terminan corriendo el cerco siempre en la misma dirección, aquella a
la que a la izquierda conviene.